Vi
grietas en sus dedos de amasar el trigo,
añejas las sabias manos de exprimir la vida,
ajenas al cansancio de la pobreza
doliente:
que muerde como colmillo en boca de fiera.
Su sosiego volvía en la blanca
madrugada,
en las botas la fatiga de su amargo deambular
raída su chaqueta, teñida de la
blanca harina:
generoso con los panes que repartía al regresar.
Cuando caía la tarde y la luz cedía
al silencio:
-viajaba a su particular abismo de soledad-
tragado por las brumas de la noche
invernal.
Sus pies volaban al compás del viento y,
escondido el rostro, lloraba en la fría oscuridad.
Porvenir neblinoso, delirante
destino
que su cuerpo anhelaba como viaje veraz,
en sus ojos brillaba una tibia
esperanza,
y entre sus hombros cargaba el mundo.
Siempre envuelto en su desnuda dignidad.
Bello poema a un hombre que combate a diario para mantenerse vivo. Una descripción muy realista y auténtica.
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarUna vida humilde y noble.
Qué profundo poema y que bella descripción de un hombre que nos ofreció su vida. A su manera nos lo dio todo y se quedó desnudo ante su propia identidad. Gracias hermana por hacerme pensar en un hombre que fue mucho más que la capa superficial que mostraba.
ResponderEliminarGracias siempre a ti por leerlo!
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