Sentir este paraíso, ante las cumbres
de las pardas montañas,
tardes silentes y violáceas, henchidas
de olor de castañares,
que adormecidos alientan al alba.
Miro hacia el cielo, copas de abedules y hayedos,
robles y olmos,
diseminan su aroma
en las orillas de añejos pueblos,
envueltos en la indecisa penumbra.
Siempre en sordina, danza esta vida
que incita a la espera,
rociada por el aura azulada de la infancia.
Amaneceres rojos, crepúsculos malvas
y nebulosas rosáceas,
tejados cobrizos: abren los párpados y
sustentan la perdida palabra.
Quien habita estos lugares se halla
en el mundo de las xanas
cálidas brumas nocturnas,
nítida lucidez de las mañanas.
Ansiosos los corazones bailan
seducidos por su magia,
el tiempo anhela detenerse,
las horas celebran su llegada.
Abrazados en el centro del viento,
ráfagas de arrullos mecen las hojas,
y renace una tímida esperanza;
germinan los versos con
una nueva y armónica
mirada.
Charo Fiunte, Julio 2021
